AMOR POR LA ENSEÑANZA

Escrito Por: Flor Maria Rodriguez

En el corazón del poblado de Martí, hay nombres que resuenan con un eco especial, nombres que evocan gratitud y un profundo respeto. Uno de esos nombres, sin duda alguna, es el de Marianela Cruz Campos. Para muchos de nosotros, ella no fue simplemente una profesora de escuela primaria; fue la mente maestra detrás de innumerables éxitos personales y profesionales que hoy cosechamos, gracias a los sólidos cimientos de conocimiento que sembró en nuestras jóvenes mentes.
Es la personificación de la dedicación. Una profesional abnegada, entregada en cuerpo y alma a su vocación. Su intransigencia no era más que un reflejo de sus altos estándares, de su convicción de que cada uno de sus alumnos podía alcanzar la excelencia. Ama su trabajo educativo más que nada en este mundo, y esa pasión se transmitía en cada lección, en cada explicación, en cada palabra de aliento o de necesaria firmeza.
Quienes tuvimos la inmensa dicha de ser sus estudiantes guardamos un tesoro invaluable: las enseñanzas que nos impartió. No solo nos enseñó letras y números, sino también disciplina, perseverancia y el valor del conocimiento. Para muchos, fue una segunda madre, una figura que nos brindó seguridad, sabiduría y compañía durante esos años cruciales de la infancia. Su aula era un refugio de aprendizaje, y su presencia, una constante inspiración.
Se convirtió en un pilar fundamental en nuestra niñez, una influencia tan significativa que ha moldeado de manera indeleble nuestro presente. No temo equivocarme al afirmar que es una de las mejores profesoras que ha tenido Martí, y quizás, que muchos de nosotros hayamos conocido jamás.
Por todo esto, y por mucho más que las palabras no alcanzan  expresar, Marianela es merecedora de un agradecimiento eterno. Gracias por cada hora dedicada, que seguramente fueron muchas más de las que marcaba el reloj. Gracias por cada conocimiento compartido, que hoy son herramientas con las que enfrentamos la vida. Gracias por su paciencia, por su entrega y por creer en nosotros, a veces incluso más que nosotros mismos. Su legado vive en cada uno de sus alumnos, y su nombre siempre será sinónimo de excelencia y amor por la enseñanza.